Los 100.000 puestos de trabajo de las cooperativas gallegas
La fusión en el sector lácteo es un paso adelante en una estrategia de consolidación que, junto con la apuesta por productos de alto valor añadido, es clave para influir en un mercado global
José Luis Antuña es el director general de Feiraco y uno de los mayores expertos en cooperativismo agrario en Galicia. Por eso es claro sobre lo que se juega el sector con este paso: capacidad de influencia. El negocio lácteo está hoy en los países emergentes, que serán los que acaparen los casi 20.000 millones de litros anuales en los que aumentará el consumo de leche de aquí al 2025. Pero, para acceder a ese negocio, explica, es necesario ganar tamaño y que haya «un interlocutor con el que puedan negociar los grandes operadores internacionales, que no van a ir granja por granja». Por eso el acuerdo está abierto a la incorporación de más grupos de productores, que ya se negocia. El siguiente paso ya sería, dice, «ver cómo comercializamos todo lo que producimos». Porque, ahora, el 30 % de la leche que se ordeña en Galicia sale de la comunidad en cisternas, por la falta de industrias transformadoras.
Ganar tamaño y apostar por productos de valor añadido. Un mantra que repiten todos los expertos como retos del cooperativismo agrario, no solo en el lácteo. Higinio Mougán, gerente de la Asociación de Cooperativas Agrarias de Galicia (Agaca), es consciente de que el proceso avanza lento, en parte por las peculiaridades del modelo de gestión de estas sociedades, en las que cada socio tiene un voto, «polo que para unha decisión estratéxica hai que contar coa vontade de todos». En contrapartida, defiende, «adoitan ser empresas máis sólidas», donde la rentabilidad económica se supedita a otros fines de corte más social.
Mougán recuerda que, pese a ser la fórmula tradicional de organización del trabajo en el campo, el cooperativismo en Galicia está lejos de países referentes para el sector, como Dinamarca, Suecia o Canadá, donde representa cuotas del 90 % de la producción. En Galicia, el máximo se alcanza en cría de pollos o cerdo y apenas llega al 60 %, una brecha que el experto atribuye a «barreiras culturais, sociolóxicas e incluso de ámbito económico». Y es que, recalca, «o cooperativismo é efectivo cando o movemento económico ten importancia, e aquí temos sectores onde moitas explotacións son só o complemento doutra actividade da familia e non se lles dá esa importancia que merecen». Para generar economías de escala y aprovechar los márgenes, se necesitan granjas más grandes y que rindan más.
Estabilidad en precios
Pese a los obstáculos, en Galicia hay muchos espejos en los que mirarse. Entre las 342 cooperativas agrarias abundan los referentes. Los hay en el vino, con casos de éxito como los de Condes de Albarei o Martín Códax. El director general de esta última, Juan Vázquez Gancedo, recuerda que la asociación surgió en principio de la necesidad de unir fuerzas para asaltar el mercado, pero que con el tiempo se han visto favorecidos por los vientos de la nueva economía. «El consumidor ahora valora que haya un corto recorrido entre el productor y su mesa. Como viticultor, mi interés es que mi producto llegue lo antes posible, y lo más barato, a mis clientes». Pero pone sobre la mesa el otro gran valor de las cooperativas para el productor: estabilidad. Saber que alguien va a recoger lo que produzcas y te va a pagar un precio justo, que en su caso fijan en función de la calidad de la uva.
Esa garantía, unida a la crisis, les ha permitido atraer a los viñedos a generaciones más jóvenes que han renovado la cooperativa: «Hace seis o siete años sí había problemas de relevo generacional, el viticultor aspiraba a que sus hijos trabajasen en las ciudades, pero hoy los jóvenes sí valoran el trabajo agrario. Es incluso cool, y al final estás a solo media hora de la ciudad». Por eso, y ante la dificultad de absorber nuevos socios, han surgido en los últimos años nuevas experiencias cooperativas en el sector, como Paco&Lola.
Pero unir fuerzas no sirve solo para vender mejor o llegar a más países con tu producto. Te da voz. Lo explica José Antonio Suárez Llanos, gerente de ARVI, la cooperativa de los armadores vigueses, la mayor de las 21 del sector marítimo en Galicia y la más grande de España. Constituida en 1964 para gestionar la lonja de altura del puerto olívico, la entidad agrupa actualmente a más de 220 socios, de todos los segmentos de la flota. Y eso les permite, explica, defender sus intereses ante las autoridades, no solo gallegas o estatales, sino también en Bruselas: «Hacemos lobby en el buen sentido de la palabra, porque se ha entendido que juntos tenemos más peso».
Aunque no son pocas las cooperativas de éxito en Galicia, todas coinciden en señalar un referente: Coren. Con 950 millones de facturación el año pasado, la sociedad ourensana, cooperativa de segundo grado (acoge en su seno 14 agrupaciones de productores diferentes), es la mayor del sector agroalimentario en España, con 3.500 socios y 3.000 empleados. Su director general, Emilio Rial, explica las claves del éxito: por un lado, la economía de escala, pero, tan importante como el tamaño, «diversificar el producto para adaptarte al mercado». Con el precio del pollo y el cerdo hundidos, en la cooperativa llevan años apostando por factores diferenciales, como pollos y huevos camperos o cerdos alimentados con castañas, más costosos de producir, pero también más rentables. Avances que les permiten exportar el 30 % de lo que producen.
Orgulloso de que el ganadero «se sienta Coren», Rial ve imposible que la cooperativa se plantee producir fuera de Galicia, no solo por criterios económicos, sino por otros inmateriales: «Hacemos patria».
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