El turismo rural coge aire en Galicia mientras el resto del sector bate récords
El número de establecimientos sube un 9 % tras desplomarse el año pasado un 18 %
El pasado puente de Todos los Santos se constató un retroceso que lleva dos años lastrando a este sector. Mientras los hoteles se llenaban en la costa y los balnearios estaban prácticamente completos -aumentando en más del 20 % su ocupación con respecto a este período en el 2015-, los alojamientos rurales tenían una ocupación media por debajo del 30 %, «lo que sitúa a nuestro territorio en la cola de las opciones predilectas de los españoles para disfrutar del otoño en el turismo rural», afirman fuentes del Clúster de Turismo.
Hace no demasiados años, pasar un fin de semana o alguna festividad en una casa de piedra en un paraje exclusivo disfrutando de las bondades del paisaje agreste gallego era la opción favorita de muchos. Pero esto ha dejado de ser así. Según los datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), desde el 2003 hasta el 2012 se produjo un crecimiento paulatino del número de casas rurales, pasando en nueve años de 442 alojamientos registrados a 600, cifra que se mantuvo los dos años siguientes. Pero en el 2015, el cierre de casas fue estrepitoso, y en 365 días dejaron de ofertarse a los turistas 105 inmuebles en la comunidad. Esta pérdida, del 18 %, ha sufrido una leve recuperación durante este año, aunque no consigue alcanzar los datos de los años de bonanza. ¿Está pasado de moda el turismo rural?
Según los expertos, la falta de adaptación a los modelos de ocio vigentes y la escasa presencia de estos hospedajes en redes sociales y plataformas online han propiciado que muchas casas se queden «obsoletas» y, con esto, que los huéspedes potenciales se decanten por volver a los hoteles, que a su vez, «con la crisis bajaron muchísimo los precios, así que nos resulta muy complicado competir». Cesáreo González, presidente de la Federación Galega de Turismo Rural (Fegatur), explica que «durante los últimos años muchos propietarios de alojamientos rurales no ofrecían actividades de ocio o gastronómicas, vamos, que no se actualizaban; y hay que tener en cuenta que mientras en un período de tiempo una casa ya era de por sí el destino de un viaje, ahora hay que ofrecer complementos».
La pescadilla que se muerde la cola. Mientras algunos propietarios no se adecúan a la demanda actual por su avanzada edad o falta de herramientas, otros muchos no añaden experiencias al valor del turismo rural porque «con sus casas no obtienen ninguna rentabilidad: muchos dueños están perdiendo dinero». De hecho, en el registro de estos inmuebles, según explica González, «muchas casas aparecen porque los propietarios tienen la obligación de mantenerlas abiertas por tema de subvenciones, pero no ofertan plazas». Y es que en algunas épocas del año, hay casas rurales que no llegan al 5 % de su ocupación.
Ventura García, presidente de la Asociación de Propietarios de Alojamientos de Turismo Rural (Agarimo), reconoce que «el sector ha pasado tres años estancado», entre otras cosas, «porque todavía no se ha dado ese cambio generacional tan necesario», y porque el bum que vivió este tipo de turismo hace veinte años en la comunidad ha hecho que los propietarios gallegos estén «acostumbrados a que les compren, no a vender. Es decir, ahora una familia llega a una casa rural y ya no te dan los buenos días, te preguntan si hay wifi».
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