Leche de autor frente a las marcas blancas
Los productores lácteos buscan nuevas vías de negocio para sortear a la industria y conseguir un margen más alto
De la explotación lucense salen todos los miércoles por la noche 250 litros de leche cruda, que comercializan a 1,60 euros por litro. También venden directamente a clientes que se acercan a la granja y reparten parte de la producción por tiendas de Lugo con la marca Conchy.
La familia tiene perfectamente distribuido el trabajo. La madre y el hijo atienden la granja y la quesería y el padre carga la furgoneta frigorífica en la aldea lucense y en la tienda de su otra hija en Ponferrada, que tiene un nombre tan sugerente como Manjares Gallegos, y reparte. La opción de vender en Madrid surgió para darle una salida a la leche de su explotación de 60 cabezas, con 32 vacas en ordeño. La idea, según César Modia, se la dio un amigo madrileño, que le dijo que le encantaría poder consumir productos gallegos de calidad y que estaba dispuesto a pagar por ellos.
Las vacas de Madelos están sometidas a controles veterinarios periódicos y desde la granja envían todos los días al Laboratorio Interprofesional Galego de Análise do Leite muestras de leche fresca, recién ordeñada y sometida a un proceso de refrigeración.
Certificación
Otros que buscan alternativas para hacer frente a la caída de los precios de la leche en origen son David Arnoso y su mujer, Mónica Anta, que regentan una granja en O Forgoselo (San Sadurniño). Ellos optaron por iniciar el proceso de reconversión para producir leche ecológica, con mejor cotización (entre diez y veinte céntimos de euro más por litro que la convencional) y creciente demanda. La transición se alarga durante dos años, según lo estipulado por el Consello Regulador de Agricultura Ecolóxica de Galicia (Craega), que controla tanto las condiciones del ganado como las fincas y la propia leche, para otorgar la certificación al producto.
En su caso, la adaptación no requiere cambios drásticos ni, por tanto, una gran inversión. «Xa estaba traballando nunha liña de axudas da política agraria comunitaria, agroambiente e clima que obriga a levar un rexistro similar ao de ecolóxico durante cinco anos», explica Arnoso. Este ganadero de 38 años dispone de fincas para pastoreo y obtención de forraje -la carga ganadera es de una vaca por hectárea, la mitad de lo fijado por el Craega-, apenas utiliza abono químico ni productos fitosanitarios en sus prados y restringe al máximo el consumo de piensos. «A idea é comprar a menor cantidade de penso posible [ya ecológico], sempre que non supoña que baixe moito a produción de leite, porque é un dos maiores gastos dunha explotación», indica. Tampoco ha tenido que realizar obras en el establo, con 34 reses. De momento, no se ha comprometido con ninguna industria (suelen ofrecer contratos con mejor precio ya durante los dos años de reconversión y un compromiso posterior), a la espera de obtener, en mayo del 2018, el certificado de productor ecológico.
Carballo
Cuando Pascual eliminó la parroquia de Frixe, en Muxía, de sus rutas de recogida, José Francisco Rial y su mujer Balbina Jallas tuvieron que buscarse la vida. A José Manuel, el vástago de la pareja, le habían llenado la cabeza de proyectos en Fonteboa, el centro donde estudiaba. Padre e hijo, más lanzados, pensaron que la gente común ya no tiene acceso a la leche fresca, por lo que empezaron a embotellarla y a venderla a domicilio. Entonces todavía suministraban a la industria, pero ese período duró poco, ya que las empresas empezaron a considerarlos competencia.
Entonces sí que tuvieron que reconvertirse. Vendieron parte del ganado, compraron una furgoneta y les dieron a muchos la oportunidad de descubrir a qué sabe la leche. Hoy ordeñan 25 vacas, que producen lo que ellos comercializan en varias rutas. La más larga llega hasta Muros y ahora quieren abrir una nueva en dirección a Carballo. Realizan cuatro servicios a la semana, con lo que la leche siempre es del día anterior y la venden en botellas de litro y medio a 1,5 euros la unidad, el mismo precio que alcanza en muchos supermercados, solo que en la puerta de casa. José Manuel Rial asegura que no han dejado de crecer desde que comenzó la aventura de la comercialización directa, aunque despacio. «Non temos para facer publicidade, o noso é o boca a boca», explica. La ecuación no puede ser mejor: el que prueba repite, las vacas están contentas (salen a pastar todos los días) y la familia ya no depende del precio que le pone la industria.
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