La generación perdida de la Universidad
Las restricciones y una política poco estable de contratación han dejado a Galicia sin grandes talentos
Planificación
Ni tanto, ni tan poco. No es una novedad. La contratación en las universidades es cíclica. Llega un momento en el que se producen incorporaciones masivas, por ejemplo en épocas de expansión de las instituciones. Y después, el yermo. Durante ese valle, es muy difícil ganarse una plaza estable en una institución de enseñanza superior. Ha ocurrido casi desde siempre y es una de las explicaciones, por ejemplo, de la disparidad de rangos de edad entre las tres universidades -Vigo y A Coruña tienen un perfil de edad bastante más joven que el de Santiago porque se crearon mucho después, con lo que su personal entró más tarde y es más joven- y por eso se producen jubilaciones en masa en algunas épocas. ¿Qué significa? Que cuando pasa la vorágine de contratación, se pierden talentos por el camino. Como ha ocurrido en los últimos años, en los que hubo que sumar también el estallido de la crisis.
Restricciones
Un diez que equivalía a cero. Estalló la burbuja y con ella la crisis. El vendaval económico trajo consigo conceptos hasta ese momento desconocidos para el común de los mortales: prima de riesgo, bono basura, ratings y... tasa de reposición. El Gobierno decidió en el 2012 que había que aligerar plantilla. No habría reposición de plazas salvo en sectores prioritarios como la sanidad y la educación, en la que se marcó un 10 %. ¿Que quería decir? Que si se producían diez jubilaciones, tan solo se podía contratar a una persona. Esa tasa se mantuvo hasta el 2015, en la que se incrementó hasta el 50 %. Ahora está en el 100 %. Pero esos años de práctica parálisis en la contratación pública pasaron factura a las universidades. La vicerrectora de Profesorado de Vigo, Ana Graña, recuerda que ahora se pueden reponer todas las bajas del año anterior, pero siguen sin sustituto las de los años del 10 %. Algunos investigadores tiraron la toalla en España y decidieron empezar a ejercer en el extranjero. Otros, directamente, se dedicaron a otra cosa. Ahora, ese talento no es fácil de recuperar. Lo decía el vicerrector de Profesorado de la UDC, Alberto Valderruten, esta semana: «Lo que tenemos que tener es algún sistema para volver a captarlos cuando podamos hacerlo y ofrecer unas condiciones atractivas, porque no van a venir a cualquier precio». La Xunta ha tomado nota y ya ha anunciado un plan de nueve millones de euros hasta el 2020 para formar y retener a su nueva generación científica.
Equilibrio en la plantilla
Grandes talentos, falta de horas. ¿Cómo se estabiliza a un investigador? Ofreciéndole una plaza docente. Lo explica Xosé Pereira, vicerrector de Comunicación de la USC, que deja muy clara la paradoja en la contratación a la que se enfrentan las universidades. Puede que un gran talento surja, por ejemplo, en el área de Medicina, en la que la USC ya tiene investigadores Starting Grant. Pero también puede que sea un área donde hay profesorado más que suficiente. Así que no existe un hueco. También se da el caso contrario: áreas con mucho alumnado y pocos docentes.
Carrera profesional
El eterno temporal. Claro que la carrera de profesor universitario es una auténtica maratón. Comienza en la etapa predoctoral, con ayudas para realizar la tesis y contratos por obra o servicio. Después se puede pasar a otro tipo de programas como los Ramón y Cajal y los Parga Pondal, o a figuras no estables de carácter más docente, como el ayudante doctor, un contrato de duración determinada (entre tres y cinco años). La primera figura estable es la de contratado doctor, para la que hay que acreditarse y superar un concurso, tras lo que se puede acceder a las plazas de funcionario: titular de universidad y catedrático de universidad. Ser funcionario en la universidad supone sobrepasar los 40 años de edad.
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