Comunidad Económica Gallega.
ALGUNA productora imaginativa podría desarrollar la idea de un Supervivientes empresarial. El formato clásico del programa reúne a un grupo variopinto de concursantes que pasan todo tipo de calamidades en un entorno exótico. Soportan a los bichos del lugar, aguantan los más adversos elementos, sobreviven con alimentos poco apetecibles y han de superar pruebas diseñadas por el marqués de Sade. Si hacemos caso a las audiencias, la gente lo pasa bomba viendo tanto viacrucis.
Por eso no es aventurado pensar que tendría éxito una versión en la que los famosos fueran sustituidos por emprendedores que se enfrentan a la selva fiscal, a las licencias carnívoras y los permisos que acechan en cada recodo administrativo. Piensa el profano que cada inversor que llega a un sitio es recibido como el americano en la película Bienvenido Mr Marshall. Que lo agasajan, lo acompañan en la tramitación y lo tratan, en suma, como a un amigo. En ocasiones es así, pero a veces lo que se encuentra es el mismo ambiente hostil que los participantes en Supervivientes. El emprendedor ha de ser también explorador, y no pensamos sólo en el que se interna en un lejano país africano, sino en otros más modestos que desean hacer negocios en ciertos municipios gallegos. Lo que la Xunta le va a proponer a los concellos es que juntos formen una Comunidad Económica Gallega. El presidente lo dijo más finamente pero viene a ser eso.
Parece mentira que a estas alturas del siglo XXI no exista en Galicia una verdadera unidad de mercado. Resulta increíble que se proponga eliminar trabas y armonizar fiscalidades en estos tiempos. Sin embargo, los empresarios-exploradores que sufren la persistencia de muros internos y de procesos administrativos kafkianos, saben que la idea es urgente. ¿Saldrá adelante? Pues no es fácil apostar dado el morbo que le da a muchos munícipes ver al emprendedor que llega a su jurisdicción moviéndose como un ratón en el laberinto. Al final se llevará la inversión a un sitio más grato, pero es muy divertido contemplar cómo se va desquiciando en la jungla burocrática. Conseguir, aunque sea con retraso, la Comunidad Económica Gallega sería un pequeño paso para el gobernante y un gran paso para la galleguidad.
Mientras tanto, que aparezca un buen creativo audiovisual y desarrolle esta idea que aquí queda sólo esbozada. Empresarios sudorosos llamando a las puertas del cielo de la administración, consultando normativas y salvando obstáculos agarrados a boletines, como Tarzán en su liana. Así haríamos tiempo hasta la llegada del Mercado Común.
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